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jueves, 5 de julio de 2012

Episodio 006. Mauricio Rábago Palafox en Itinerarios

Como una muestra de lo que estaremos compartiendo con nuestro auditorio, aquí una probadita de lo que hoy escucharemos en Itinerarios.

jueves, 28 de junio de 2012

Episodio 005: Margarito Ledesma, o una tradición secreta



Margarito Ledesma es un  caso anómalo en la tradición literaria de nuestro país. La elite literaria, esa que piensa sólo existe una cultura: la alta, la culta, la heredera de modos y modelos culturales aprendidos y mimetizados acríticamente, ha ignorado su obra, su mensaje, distante de la cultura y las formas establecidas en una cultura centralizada y que ve cómo el país entero, a través de la ciudad de México como modelo a seguir, comienza a urbanizarse. Por eso la aparición de un autor que abiertamente se presentaba a sí mismo como “humorista involuntario” y que habla aún del campo, de los campesinos, de los indios vestidos de manta, tenía que despertar algo entre la comunidad literaria nacional: no exactamente sospechas, sino desdén, desprecio apenas ocultado.
Y visto en retrospectiva ─algo que ningún crítico ha señalado hasta el día de hoy─, no parece casual que su único libro, Poesías de Margarito Ledesma, humorista involuntario, haya aparecido en una fecha tan importante para esa cultura de elite como 1950. Es el año en que aparece El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, que como se sabe, no sólo hurta de diversas fuentes sus reflexiones sin darles crédito a sus autores, sino que se convierte en la referencia y la lectura obligada para todo aquel que quiera o pretenda entender qué es el mexicano. Libro de una seriedad absoluta, no parece extraño entonces que en alguna ocasión Heriberto Yépez se haya referido a Paz como la versión culta de Cantinflas. En este cantinfleo cultural de Yépez, él mismo no se percata que no anda tan perdido en esta calificación, pero su pertenencia a esa cultura de elite a la cual también pertenece Paz, le impide observar y profundizar en su intuición.
De modo que podría pensarse, tal vez abusivamente, que la respuesta a esta creciente cultura de elite, tan segura de sí misma, tan autosuficiente de sus relaciones y recursos, tendría que ser una manifestación cultural que pusiera en entredicho la seriedad, la autoconfianza con que se protege. Una suerte de metáfora nacional del relato del traje nuevo del rey. Pero eso es exactamente lo que hace Margarito Ledesma. O más bien, su autor: Leobino Zavala, quien dejó en nuestro mundo su creación para que en algún momento alguien se percatara de su existencia y relevancia. Y eso es lo que hizo y ha hecho Óscar Cortés Tapia. Ha hecho lo que ningún académico se atrevió a hacer: estudiar y buscar la fuente que dio origen a tan singular personaje.

Por supuesto, con Margarito Ledesma concurren no sólo el desprecio de la alta cultura literaria, sino también las pretensiones eruditas de los no entendidos, al grado de señalar que ese fue el pseudónimo de su autor, Leobino Zavala, lo cual dista mucho de ser verdadero, o que es un elogio de la vida campesina, un taimado canto bucólico de un mundo que empezaba a desaparecer. Como atinadamente ha señalado Cortés Tapia, nada más lejos de ello en la intensión del autor. Hay que leer entre líneas para percatarse que en ese abierto “humorismo voluntario” del personaje radica el meollo de su complejidad.
La estirpe de Margarito Zavala ─de quien hay quienes incluso señalan haberlo conocido, o tener fotos de la casa donde nació─ es la del Don Quijote, sin ir más lejos, y su actitud es la misma. De forma similar a como Cervantes presenta a su personaje como alguien que ha perdido la razón por leer novelas de caballería, Zavala presenta al suyo como alguien que hace cantos bucólicos, señala las envidias y mezquindades de quienes le rodean, en medio de la ingenuidad y el candor más hilarantes.
Personaje entrañable pero de dimensiones inadvertidas para la alta cultura de nuestro país ─que por obvias razones no quiere verse al espejo─, Margarito Ledesma es un caso único en nuestra literatura, y debemos a Oscar Cortés Tapia el empeño y fortaleza para hacer lo que nadie quiso hacer en más de medio siglo: estudiar e ir hacia la fuente de origen del personaje y presentarlo, reintroducirlo. Quizá aún hay mucho por hacer, indudablemente. Explorar los extremos de esa cultura libresca que tanto fascina como el canto de una sirena, y revisar cómo es que un diputado, Leobino Zavala, fue capaz de dar a esa cultura una sopa de su propio chocolate.
Por lo pronto, el lector de sus poemas no deberá perder de vista que esa declarada ingenuidad del personaje es sólo una máscara, como la locura del Quijote, o el sastre del rey, y deberá pensar en su responsabilidad como lector, olvidar que el campirano canto simple y llano del personaje es algo más que un bucolismo tardío.





lunes, 25 de junio de 2012

La fiesta por el segundo aniversario de Ciudad Radio

El sábado 2 de junio se celebró el segundo aniversario de la estación por Internet, Ciudad Radio, a la que fui invitado, y por diversas ocupaciones, no había podido reseñar hasta ahora. Puede resultar extraño que en una página dedicada a la crítica musical se escriba una reseña sobre una fiesta. El primer sorprendido fui yo, esa noche. Nunca había acudido a una fiesta de aniversario, así que llegué a ella sin ninguna información, y por lo mismo, sin saber qué esperar. No pudo haber sido más oportuno la falta de información. Porque la fiesta fue un extenso concierto que incluyó tres grupos y dos DJs tocando en vivo, amenizando la noche.

La noche del festejo empezó con un DJ realizando un warm up set para poner en onda al respetable que apenas comenzaba a llegar. No fue muy de mi agrado lo que estaba mezclando, pues era música muy comercial: Tears for fears, Bee Gees, Gloria Gaynor, y cosas por el estilo. Y si bien de repente algunas mezclas fueron dignas de mención, realmente su sonido demasiado mainstream y comercial no fue de mi agrado. Al concluir comenzó la primera sorpresa.

El primer grupo en vivo fue La Decadanse, un dueto bonaerense cuya propuesta musical me recordó, quizá por la indumentaria de la cantante, a un legendario grupo de rock progresivo italiano de la segunda mitad de la década de los setentas: Pierrot Luniare, pero en tono no progresivo y con un aroma menos pretencioso, más fresco y por momento melancólico, típico de ciertas áreas de La Plata. El ámbito musical en el que se mueve este dueto nos es un poco ajeno, ya que en México nadie jamás ha cultivado el género: la música de cabaret. Quizá no fue el tipo de música que el joven público esperaba, y de allí que tal vez la respuesta no hubiese sido la esperada. El grupo venía a promover su primer disco EP, anticipo del CD que parece acaba recién de aparecer. Apenas una hora duró su presentación, y su sonido, un tanto intimista, característico de la música de cabaret. Sin duda alguna, incluso el EP le hace poca justicia a lo que el grupo hace sobre el escenario, y la canción que abre el disco es más bien un demo, más que un a grabación perfectamente concluida ye ditada en estudio. Sin embargo, es en este EP donde el aroma melancólico y porteño se hace más evidente, y al escucharlo es comprensible por qué la gente no se identificó con la música en tono menor que realiza este peculiar dueto. Pero me parece que lo escuchado en la pista del Atlantic, donde se llevó a cabo la fiesta, me da una muy buena idea de las posibilidades enormes que el grupo tiene y lo que puede desarrollar si prestan atención a lo que en el mismo ámbito realizan otros artistas, concretamente la cantante rusa Irina Bogushevskaya, con quien comparten el reto de enfrentar audiencias que no siempre entienden los ritmos y posibilidades de este género. Ojalá pronto podemos ver el desarrollo de sus capacidades histriónico-musicales en plenitud.

Inmediatamente después tocó el turno al grupo méxico-colombiano La Orrorosa, quien también traía disco EP en promoción, aunque éste es del 2011. Igual que en el caso de La Decadanse, pero distinto en el escenario, la producción discográfica hace escasa justicia a lo que el grupo hace en el escenario. Por principio de cuentas, si me hubieran informado que en la fiesta iba a haber un grupo que tocaba cumbias, no me habría presentado. Pero incluso oyendo el EP es evidente que la cumbia que ellos tocan realmente es bastante distinta al género original colombiano. Igual que el dueto argentino, La Orrorosa hace una mezcla de géneros que distorciona y rompe con el esquema tradicional de este género popular. La inclusión de tres percusionistas, uno de ellos baterista de rock, otro de bongóes y congas, y un tercero en la tarola, rompe el esquema instrumental de este tipo de grupos. Pero lo más impactante es la energía que el grupo despliega sobre el escenario, algo que ningún disco puede capturar en toda su potencia, especialmente por la evidente relación energética con su público. Aquí es donde la asombrosa mezcla de géneros hace que la cumbia casi desaparezca en medio de oleadas rítmicas que combinan el punk, el ska, el rock, algunos toques de jazz, y un uso notable de teclados, además del innegable carisma de sus integrantes, en particular de su cantante. Este heterogéneo grupo deconstruye la cumbia y la transforma en un género híbrido, impuro, en el que lo más importante es la distorción, las letras provocadoras, con fuerte contenido social, retratando un mundo subterráneo al que el género original parece refractario, dando voz en sus letras a los olvidados, a las mujeres que se parten en dos para salir adelante, a esas que trabajan en las noches en antros y tugurios de mala muerte, y llegan a sus casas sólo para pasar como zombies el día, y empezar el ritual a la noche siguiente, como en su canción "Zenaida". El estilo desenfrenado de La Orrorosa es un catalizador de primera magnitud para encender cualquier oscuridad con una luz que inlcuye no sólo esta fusión de géneros musicales sino con la fuerza de sus irreverentes letras y su actitud franca y abierta a la experimentación.

Pero nada me había preparado para el grupo de cerró la noche. Polka Madre, un grupo integrado por músicos mexicanos, uno estadounidense, un  finlandés y una francesa (que ocasionalmente hace acto de aparición, y que esa noche lo hizo), quienes hace una sorprendente y cautivante mezcla de géneros musicales con total limpieza y dominio instrumental. El género de base es la música balcánica con mezclas que incluyen ligeros toques de jazz y música de cámara o música clásica, rock, punk, toques de eso que algunos llaman "latino", en atmósferas de folk impregnadas de un innegable toque dance electro-acústico. El resultado es una amalgama deslumbrante de géneros apuntalado en una atmósfera característica del folclor de la Europa del este, orientado hacia géneros modernos, con una originalidad y potencia expresiva deslumbrante. Igual que sus dos predecesores, Polka Madre tocó por aproximadamente una hora o un poco más ante un público que bailaba al son que les tocaran, y los aplaudía y saludaba con una energía recíproca a la que el grupo destilaba sobre el escenario.

La noche concluyó a eso de las 3:00 o 3:30 de la madrugada, pero ¿a quién importaba la hora después de tanta energía compartida? La fiesta por el segundo aniversario de Ciudad Radio llegó a su fin, y el concierto de estos tres grupos nos dieron la oportunidad de ver una parted e la escena underground del país, alm que pocas estaciones y medios de comunicación suelen prestar atención. ¡Enhorabuena a todos en Ciudad Radio! Ya queremos estar en la fiesta del tercer aniversario.

jueves, 21 de junio de 2012

Episodio 004: Los caminos secretos de la escritura: Fernando Solana Olivares

En la historia de la literatura mexicana del pasado siglo, con pocas excepciones, uno puede constatar, en especial cuando se revisan los casos de escritores que decidieron quedarse en los sitios donde nacieron, que lo que no sucedía en la ciudad de México, simplemente no sucedía. No son pocos los casos de escritores, quienes escribiendo desde la periferia que significaba hacerlo desde el interior de la república mexicana, estaban de hecho condenados a perderse, a ser ignorados, y si bien les iba, y les fue, a convertirse en pequeñas glorias locales, grises eminencias de las cuales sólo unos cuantos sabían. Había que emigrar a la ciudad de México y renegar del terruño, so pena de convertirse en estatuas de sal, sin porvenir. Así, los escritores secretos, parecen aguardar a que alguien los descubra y les permita llegar a sus lectores. Engañados por el canto de las sirenas, la mayoría de nuestros escritores buscan la consagración inmediata, el fácil reconocimiento de las capillas literarias a la vieja usanza priísta: los dedos admonitorios que revelen, unánimemente, el gran relevo literario, el nuevo genio en el que nadie había reparado. Pero ir en sentido inverso, dirigirse a la periferia, podría verse como un acto suicida, la deliberada decisión de alejarse del bullicio licencioso del mundo literario que se consume en la búsqueda de la más nueva novedad editorial, del escritor o editorial de moda.

Durante el Medievo, dirigirse a los confines de la civilización conocida, los bosques, era una forma de buscar caminos iniciáticos: alejarse del mundanal ruido. Lo mismo ocurría durante los tiempos de Cristo. Dirigirse al desierto para alcanzar grados de ascesis inalcanzables entre los simples mortales, enfrentarse a los demonios, físicos y simbólicos, que acechan a quien de esa manera se aísla. La cuarentena moderna proviene de estos actos de aislamiento, ascesis y posible revelación. Aislarse, en este sentido, significa no tanto negar el mundo de la vanidad literaria, sino, como ocurría a menudo entre quienes se dirigían al bosque oscuro y tenebroso, enfrentar lo más terible que hay: uno mismo. Tal vez en esos vagabundeos, muchas veces iniciáticos, algunos privilegiados regresaban purificados, renovados en su interior, con un nuevo espíritu, sin temor a los resplandores del mundo cotidiano, fatigado en sus muchas faenas y afanes.
Esta podría ser la divisa de la escritura de uno de nuestros escritores mayores: Fernando Solana Olivares. Hace ya bastante que se dirigió a su desierto personal, y aunque mantiene contacto con el mundo literario que nos rodea, no cabe duda que su escritura nos revela a un autor escepcional, único entre nosotros. Creador que ha escrito novela, cuento, obras de teatro, diálogos e incluso traducciones , toda esta variedad de géneros posibles nos hablan no de alguien multifacético, sino más bien de un escritor polivalente, cuya prosa, por una casualidad granatical posible gracias a los teclados para procesadores de textos modernos, porosa, parece más bien poliédrica.

Geometría literaria que lo diferencia de la prosa utilitaria de nuestros días, la suya me recuerda, en los ensayos de su libro Cuarenta y nueve movimientos, a la del joven Mircea Eliade, quien en su prosa temprana de Fragmentarium, un libro que edité hace más de diez años y pasó despaercibido, nos ofrece esa clase de escritura libre de amarras, casi como apuntes a vuela pluma, a veces laberínticos aforismos proyectados hacia un etcétera, hacia un "continuará" que nunca es promesa de completud más que a través del extraño símbolo final: ...

La suspensión temporal de un discurso que no promete sino una pausa, un detenerse para volver a iniciar la marcha. ¿A dónde? No importa a dónde. Esa prosa ligera del joven Eliade no regresaría jamás: su interés por la sociología y la historia de las religiones le llevaría por otros derroteros. Pero la prosa de Fernando Solana es, en ese sentido, puntualmente heredera de aquélla, y poco importa si en los hechos la suya estaba consciente de esa herencia o vaso comunicante que la hermana. Porque lo realmente relevante es esa hermandad en la búsqueda de un sendero, en el trayecto, en la posibilidad de elegir de entre los cientos, o tal vez miles, de itinerarios posibles, uno sin importar hacia dónde lleve. Pero si no importa el destino, sí importa la aventura de emprender el viaje. Como en esas crónicas de viajeros del siglo XIX y principios del XX, recordada por Eliade en el mencionado libro, cuando la práctica de viajar no implicaba ni agencias de viaje ni, mucho menos, como nos recordara algún editor británico hace mucho, el uso de pasaportes.

En ese sentido, no es extraño que los ensayos de este libro nos ofrezcan un retrato preciso de su autor: no la línea recta de la reflexión investigativa, sino más bien la del fractal que se multiplica sin orden aparente pero entre pliegues casi naturales, en un retroceder para avanzar, en un ejercicio donde  la prosa se fragmenta de manera casi aforística, y donde la huella de Nietzsche, no menos que la de Liechtenstein, resultan evidentes, y en donde la pluma del escritor deja de preocuparse por los géneros literarios: del aforismo al ensayo, de la pieza o apunte teatral al diálogo, de la crónica al cuento, de la búsqueda al encuentro, de la unicidad del mundo a la de la prosa, a la de la escritura liberada de sus ataduras. En una palabra, del desierto al nuevo mundo revelado, del sonido al silencio de la revelación, o del éxtasis, exactamente como intuyó Bach en el silencio final de su obra maestra: el arte de la fuga. En ese silencio final se conjuga toda la expresividad del genio que había en él, y que supo ver, un día, que más allá de lo escrito, en el silencio, está la respuesta buscada. Pero eso no se sabe hasta que se escucha. ¿Qué? La nada.

viernes, 15 de junio de 2012

iTinerarios, ahora en iTunes

Este jueves 14 de junio, Ciudad Radio transmitió el tercer episodio del programa iTinerarios, conducido por José Manuel Recillas. Unos días antes, la estación puso a disposición de su público la posibilidad de descargarlo como podcast en la siguiente dirección:


Allí pueden descargarlo directamente, como archivo mp3, o bien suscribirse a través de iTunes. Es muy fácil hacerlo. En la parte inferior de la página aparece, al centro, la leyenda, "Suscripción iTunes". Basta con seguir la liga y comenzará a descargarse el podcast en su computadora, y una vez esto, cada vez que haya un episodio nuevo, el programa lo descargará automáticamente, de modo que podrán llevarlo en su iPhone, iPod o cualquier otro reproductor de archivos mp3.


martes, 12 de junio de 2012

Se va, se va...

Como en el béisbol, se va... se va..., y se fue. Dentro de poco nos libraremos de su inútil presencia, con el permiso y perdón de Margarito Ledesma, pero la pregunta sigue en el aire: ¿cómo llegó ese animal ahí?

Itinerarios, episodio 1, podcast para descargar

Ya está para descarga el podcast de nuestro primer programa, transmitido el pasado 31 de mayo. Cada semana anunciaremos el siguiente epsiodio listo para descarga. Ojalá los disfruten, conserven y compartan.


jueves, 7 de junio de 2012

Episodio 002: Fernando Solana Olivares: un escritor secreto... ¿o una escritura secreta?

Hay ciertas escrituras, ciertas posturas frente a la literatura, ajenas a cualquier impostura. Lo esencial... ¿cuántas veces habremos escuchado o leído eso? Pero de eso se trata la verdadera escritura, el auténtico ejercicio literario en su más plena manifestación. Lo esencial es casi una gnosis, significa no distraerse con lo inmediato, con lo que brilla y deslumbra pero carece de sustancia. Acaso porque quien aspira a la gnosis persigue, tal vez sin alcanzarla jamás, la revelación. O porque sabe que en el camino hacia la gnosis lo que importa es justamente el camino, la travesía, y no la revelación en sí misma. El Tao, pues. Esa disposición literaria significa, tal vez más que ninguna otra cuestión, pensar la creación como un proceso dedicado a los otros, a esos iniciados, o no, con quienes de alguna manera se comparte el viaje, la travesía. Acaso signifique dejar de lado el ego, la vanidad literaria, que tanto consume a tantos escritores dedicados a la auto-promoción, a la búsqueda incansable del reconocimiento. Es el camino de unos cuantos, de unos pocos que se encuentran en el camino sin haberse buscado, por senderos no siempre muy transitados, y que acaso tal vez tampoco se buscaban. Tal podría ser el retrato de uno de nuestros escritores más o menos secretos: Fernando Solana Olivares.

Escritor multiforme, explorador incansable, ha cultivado lo mismo el ensayo que el relato, la novela que la dramaturgia, y definirlo como novelista sería encasillarlo o reducirlo. Acaso, como Nietzsche quería, o el mismo Mircea Eliade, el fragmento aforístico, la escritura serial, sucesiva, sea lo que mejor describe cierta parte de su escritura, de su creación. Espasmódica, recuerda a veces esa forma aforística privilegiada por Nietzsche y que Eliade practicó en Fragmentarium, ese libro temprano y secreto que tuve la fortuna de promover y editar hace ya más de una década, y que fue reeditado en España con escaso eco entre nosotros. Como podría haber dicho el rumano en este libro escrito casi a vuela pluma, "Volvamos al principio: el mago es un lector, aunque no cualquier libro produce un mago" (Cuarenta y nueve movimientos, p. 114). En efecto, Solana Olivares nos recuerda el carácter inesperado, casi secreto, del proceso lector, que es un proceso inciático. Y como buen iniciado, Solana Olivares entiende que la literatura no está completa si no se le permite florecer adecuadamente, en voz no de quien escribe, sino de quien hace el ejercicio supremo de la literatura: leer. Y leer, en lo esencial, es discriminar, seleccionar. No la biblioteca borgesiana que contenga todos los libros del mundo, sino esa biblioteca que, como en el jardín del Edén, contiene sólo lo esencial, lo necesario para el espíritu.

Eso es lo que Fernando Solana Olivares realizó a lo largo de casi cuatro años en Huso crítico, una revista absolutamente aristocrática y secreta, para lectores no interesados en los juegos y rejuegos de la República de las letras sino en el esplendor de un espíritu casi renacentista. En sus páginas, nos recuerda Solana Olivares, aparecieron textos de Salvador Elizondo, Karl Kraus, Pura López Colomé, Juan Carvajal, Walter Benjamin, Sergio Pitol, Jorge Luis Borges, Mircea Eliade, Gustave Flaubert, Marie-Louise von Franz, Jean Cocteau, René Guenón, Robert Graves, Cesare Pavese, Saint-John Perse, Gottfried Benn, Antonio Tabucchi, Fernando Pessoa, Marco Aurelio, entre un largo elenco de notables autores que podríamos considerar imprescindibles.

jueves, 31 de mayo de 2012

Episodio 001: Miguel Salmón del Real: Habemus director

El 13 de septiembre de 2009 Miguel Salmón del Real dirigió uno de sus primeros conciertos en México, y por un hecho fortuito, tuve la fortuna de encontrarme entre el público que asisitió a esa ocasión. Como resultado de lo escuchado esa tarde de domingo, el diario Unomásuno publicaría, unos días después, mi reseña de ese suceso. Nota polémica en su momento, la reproducimos de nuevo, con algunos videos que dan idea de quién es este joven talento mexicano, padrino de nuestro programa.

El domingo 13 de septiembre [de 2009] tuvimos la oportunidad de escuchar a la Orquesta Sinfónica de Coyoacán. Normalmente decir esto parecería una broma de mal gusto o un caso de extrema desesperación musical con tal de escuchar algo. Del director huésped, Miguel Salmón Del Real, sabíamos casi nada hasta antes de este evento. Un director poco conocido al frente de una orquesta delegacional parecía la crónica de un desastre anunciado. Sin embargo, nada nos preparó para lo que el programa anunciaba, el cual estaba conformado por la Obertura Oberón, de Carl Maria von Weber, el Concierto para guitarra y orquesta San Ángel, de Gerardo Taméz, y la Séptima sinfonía de Ludwig van Beethoven. El solista del concierto de Taméz fue Iván Maceda, joven guitarrista de impecable técnica que dio lustre especial a esta obra de Taméz que, para ser honestos, nació avejentada, con un lenguaje musical anclado, literalmente, en el nacionalismo mexicano de los años treinta y cuarenta del pasado siglo. Se trata de una obra en la que Taméz desperdicia la paleta orquestal y más bien parece una obra compuesta de retazos de piezas para guitarra unidas con no mucha pericia, pues no tiene la menor coherencia interna y tiene pasajes extremadamente insulsos (en particular el segundo movimiento no podía ser más aburrido), desvinculada de toda realidad musical nacional. El concierto parece un homenaje involuntario a esa imagen idílica y bucólica del mexicano provincial que María Félix y Pedro Armendáriz encarnaron en los llamados años de oro del cine mexicano. Hay que agradecer que hayan sido Iván Maceda en la guitarra y Miguel Salmón del Real en la dirección orquestal quienes hayan tenido que sacar al buey de la barranca para que esta obra resultase medianamente lucidora.

Las dos primeras obras nos ofrecieron algo inusual en las orquestas mexicanas, y eso fue la disciplina y rigor con que la orquesta las acometió. Desde la Obertura de Von Weber, la orquesta mostró personalidad y actitud, seriedad y cuidado extremo (prácticamente no hubo notas falsas, y sorprendentemente, es el primer concierto en el que no recuerdo haber escuchado sapos en la sección de metales), pero sobre todo, algo que parecen haber perdido todos los músicos mexicanos: pasión. De alguna manera, Miguel Salmón del Real hizo que los músicos de esta orquesta casi desconocida recuperaran la pasión por tocar y apropiarse de las obras del repertorio musical de Occidente. Y todo esto lo pudimos apreciar en su actitud comprometida y de absoluta entrega.

Obertura Oberón, de Carl Maria von Weber
Orquesta Sinfónica de Coyoacán

El plato fuerte fue la dificilísima y apasionante Séptima sinfonía de Beethoven, una obra que permite siempre el lucimiento de los intérpretes, pero que en su cuarto movimiento, el más neurótico de todos los que escribió Beethoven, suele terminar en desastre pues con una facilidad pasmosa puede desbocarse. Desde el primer acorde, Salmón del Real nos ofreció una interpretación poderosa, cristalina, soberbia, elegante, apasionante, imaginativa, llena de vigor, producto de una comprensión cabal y total de la partitura. La orquesta sonó con total convencimiento de su poder interpretativo, con total autoridad, sin notas falsas, con una precisión verdaderamente deslumbrante. La apasionante ejecución de la Orquesta Sinfónica de Coyoacán debería haber hecho historia en nuestro país como uno de los eventos más memorables de los últimos años.

Miguel Salmón con Pierre Boulez
Todo esto es obra, indudablemente, del director, que supo imprimirle una confianza en sí misma, a cada uno de sus integrantes, para que no dudaran que podían abordar esta dificilísima obra con plenos poderes. Cada acorde de la interpretación fue un discurso coherente, como quien sabe perfectamente qué debe hacer y cuándo hacerlo. Diría que no había escuchado a una orquesta mexicana tocar de esta manera, si no fuese porque sí lo he hecho. Hace más de quince años cuando escuché a Penderecki dirigir el estreno mexicano de su Concierto para violonchelo al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional en Bellas Artes, o cuando Maxim Shostakovich dirigió la Quinta sinfonía y el Concierto para violín de Dimitri Shostakovich al frente de la OFUNAM o el mismo Maxim Shostakovich al frente de la Orquesta Sinfónica de Minería dirigiendo el Titán de Gustav Mahler, y Sheherezada, de Rimsky-Korsakoff.

Aquí, Miguel Salmón del Real ofreció lo que podemos llamar una verdadera cátedra de cómo dirigir una orquesta y cómo se debe entender y sentir una obra que, como la Séptima de Beethoven, usualmente es interpretada como una suerte de Frankenstein musical, deshilvanada, sin coherencia interna, sin precisión, sin pasión, con total rutinariedad. Nada de eso estuvo presente este domingo. Por el contrario, la orquesta hizo que muy pronto uno se olvidara de que el lugar del concierto, el Foro Cultural Coyoacanense, resultaba del todo inadecuado para una orquesta sinfónica. De hecho, no sólo resultó espectacular la pasión y el convencimiento que el director huésped le imprimió a la orquesta, sino que además esta sonó con tal autoridad que quien esto escribe pensó que estábamos escuchando a una orquesta que podía rivalizar, sin detrimento alguno, con una orquesta como la Royal Concertgebouw de Ámsterdam. No sé de ninguna otra orquesta mexicana en los últimos 20 años de la que se pueda decir algo así en un concierto. No tengo la menor duda de que esta Séptima de Beethoven debe ser la mejor Séptima que haya escuchado en México, muy superior a cuanto haya yo escuchado en todos mis años de frecuentar salas de concierto.

Miguel Salmón, con Bernard Haitink
Miguel Salmón del Real nos ofreció un recital en el que nos demostró que lo más importante en un concierto es la música, y que si eso no tiene importancia para quienes deben enfrentar al público, entonces nada más lo puede tener. Y uno puede ver que los comentarios que de él han dicho gentes como Pierre Boulez (“Ha demostrado ser un músico serio y talentoso”) y Cliff Colnot (“Su control de los Ensembles y su conocimiento de la partitura son supremos”) no son una exageración. Miguel Salmón Del Real nos dio pruebas de que es hoy en día el mejor director de orquesta mexicano. Y su juventud no debería ser un obstáculo para que tenga una orquesta a su cargo. Ya nuestros directores “mayores” han demostrado, sobradamente, de lo que son y de lo que no son capaces de hacer.

Noche transfigurada, de Arnold Schoenberg, Orquesta de Auvergne (2007)
Curso de conducción orquestal con Arie van Beck, Conservatorio de París.

Ya es tiempo de que una nueva generación de directores tome la batuta de nuestras orquestas con base en lo único que debe realmente importar: sus conocimientos. Sin duda, Miguel Salmón del Real debe estar al frente de alguna de nuestras orquestas mayores. Aquel funcionario que tome nota de él podrá sentirse orgulloso de haberlo “descubierto” y decir, como digo yo ahora: Señores y señoras: Habemus director!

13 de septiembre de 2009



martes, 22 de mayo de 2012

Presentación

Itinerarios es el nombre del programa de radio conducido por José Manuel Recillas el cual se transmite los jueves por Internet, y puede, además, ser descargado como podcast. José Manuel Recillas es poeta, traductor, editor, investigador e historiador literario, melómano y promotor cultural. En 1990-1991 obtuvo la Beca Pepe Alameda del desaparecido Centro Mexicano de Escritores como miembro de la LX Generación. Recientemente el Centro Universitario de Los Lagos, dependiente de la Universidad de Guadalajara, le otorgó la prestigiosa Cátedra Sergio Pitol por su trabajo como traductor y editor del poeta alemán Gottfried Benn. Ha publicado los libros de poesía La ventana y el balcón (1992), El sueño del alquimista (1997) y Entre el sol amarillo del escombro (2004). Publicó en 2004 el volumen en ocho fascículos Aproximaciones al expresionismo. Ha traducido a autores tan díversos como Lafcadio Hearn, Walter Alexander Raleigh, Ernst Jünger, Karl Kraus, Georg Trakl, Paul Celan, Cesare Pavese, y Gottfried Benn, de quien publicó en 2009 la antología en dos volúmenes Un peregrinar sin nombre. Obra selecta, la cual reúne las traducciones previas que habían editado la UNAM y Verdehalago. Con motivo de sus investigaciones literarias, en 2010 empezó a editar y recuperar la obra del poeta mexicano Juan Bautista Villaseca, fallecido en la ciudad de México en 1969. De éste, se han publicado dos antologías de bolsillo para la UNAM y Taller Ditoria (2010) y una antología más amplia con el nombre de Este México triste (Taller Ditoria, 2011). Para este 2012 se empezará a publicar sus Obras reunidas.

En Internet, mantiene activos los proyectos culturales Fonoteca de JM Recillas, el cual se encuentra en su quinto año de actividad constante, Crítica musical en México, un espacio para reflexionar sobre la actividad musical del país, y Poetas en la web; en ellos se encuentra parte del trabajo intelectual que el autor ha desplegado desde hace años. En esta nueva página los visitantes hallarán materiales que buscan ser apoyo para el programa radiofónico, como textos originales, traducciones, semblanzas, y archivos sonoros y visuales que permitan tener una relación más amplia y completa con respecto a lo expuesto en la cabina de transmisión. Además, el programa cuenta con página en Facebook, a la cual es posible llegar del enlace aquí incluido, o a través del logo en la parte izquierda de la página. En esa página los visitantes podrán interactuar con el poeta y sus invitados, y opinar y comentar respecto a lo que escuchen o deseen escuchar.

Itinerarios es, como su nombre lo indica, un programa radiofónico que busca abrir espacios a la reflexión y al deleite de las artes, tanto como al diálogo y al disenso, a las múltiples posibilidades de establecer nuevas rutas de entendimiento y placer, con los autores vivos de nuestra época, tanto como con los de épocas ya pasadas.